Redacción.- La Asociación Española de Transporte (AET), entregó esta semana las Medallas al Mérito al Transporte, en un acto celebrado en el Instituto de Ingeniería de Madrid.
En el mismo, le fueron concedidas las medallas al presidente de la Asociación de Líneas Aéreas (ALA), Javier Gándara, la secretaria de Estado de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, Isabel Pardo de Vera, el socio fundador de la AET, Fernando José Cascales; el ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, también socio fundador de la AET, Alfredo Irisarri; así como el doctor ingeniero de Caminos, Canales y Puertos y fundador y presidente de la AET hasta su fallecimiento, Antonio Carbonell.
La AET quiere distinguir a las personas que «se hayan destacado de forma relevante y continuada por sus actuaciones en el ámbito del transporte y la logística, contribuyendo a su desarrollo y mejora o hayan contribuido de forma notable al mantenimiento y fomento de la Asociación».
El acto tuvo su momento de mayor emoción en el discurso que Fernando José Cascales Moreno le dedicó como homenaje a D. Antonio Carbonell Romero a titulo postumo:
«Buenas tardes, con mi especial consideración a las autoridades del MITMA que nos acompañan, y con afecto a cuantos como todos vds., aquí presentes, laboran en pro de España en la vertiente del transporte. Un saludo afectuoso muy especial para la familia de D. Antonio Carbonell, aquí presente, así como también a todos los miembros de la Asociación que nos acompañan.
Mis palabras serán sentidas, pero espero que constructivas, como corresponde al honor de dirigirme a vds, y a un acto como el que nos ocupa, en esta para mí ya muy larga aventura de dedicación al transporte, que ya, por razones de edad, aunque todavía muy activa, está en su última etapa, como así atestigua que esta distinción me sea otorgada por la trayectoria profesional, lo que siempre conlleva la acumulación de una respetable edad.
Aventura que se inició hace 47 años, cuando ingresé en el Cuerpo Técnico de Inspección del TT, en la que, desde la gratitud y recuerdo a cuantos me acompañaron y de los que tanto aprendí, he tenido la oportunidad, como servidor público, de llevar a cabo, tal y como se ha expuesto en la presentación, actuaciones significativas, gracias a tantas personas que tuve el honor de dirigir, pues nada es sin labor de equipo, y también a cuantas otras me apoyaron. Mi sentido recuerdo, pues, a cuantos fueron mis maestros y ejemplo.
Pero mi auténtica vocación ha sido, y continúa siendo, la del estudio y divulgación de cuanto se refiera al transporte, como así se ha destacado en la presentación. Esta labor de divulgación y de transmisión de conocimientos es, a mi juicio, la mejor contribución que puede hacerse, huyendo de esa aborrecible norma de algunos juristas, de que “lo que puedas minutar no lo has de publicar»». ¿Cómo podríamos estudiar y ampliar conocimientos si otros no divulgaran sus estudios y aprendizajes? Es por ello que mi dedicación a la AET ha sido tan intensa, al compartir con ella estos principios y objetivos, si bien ya hace años que di un paso atrás, para dar entrada a nuevos y jóvenes valores, que dirigidos por el muy prestigioso Ingeniero de Caminos D. José Ma. Pérez Revenga, auténtico sabio, ha llevado a la AET hasta el brillante nivel en que ahora se encuentra.
Aventura de progreso, que ha transcurrido veloz, que es lo que caracteriza al transporte, principalmente desde principios del siglo XX, en que se acuño el concepto moderno de “cultura tecnológica»», expresión de los avances técnicos habidos respecto del sector del transporte. Así, esta moderna “cultura tecnológica»», se asentó en el denominado “Manifiesto Futurista»» de 1909, aparecido en el diario parisino Le Fígaro, imprimiéndose desde entonces una “cultura motorizada»», fruto de los inventos tecnológicos del momento unidos al transporte. Esta “cultura tecnológica»» deviene en una “cultura motorizada»», que todo lo reduce a unidades de tiempo, consagrando la velocidad como paradigma de modernidad y de desarrollo. Este es el sentimiento que, en gran medida, ha venido caracterizando el siglo XX, y continuará imprimiendo un efecto en el presente siglo, en el que la velocidad es la condición de la calidad y del desarrollo y competitividad, en definitiva, de la modernidad. Es el siglo XX, también, el tiempo de devoción hacia la máquina, que encuentra su directo antecedente en la Revolución Industrial del XIX, con la invención de la máquina de vapor. Este sentimiento devoto del “maquinismo motorizado»», que se reforzó con el avance que supuso la invención de la fabricación en serie (1913: vehículo Ford, modeloT), otorgó a la tecnología unida al transporte la base del denominado “futurismo»». Si en esos años se entendía como una locura el desarrollo del transporte ferroviario, en este siglo ya aspiramos a transportándonos por el Universo, una vez que, gracias a la tecnología del transporte hemos podido “descubrir»» nuestra Tierra, siendo en la actualidad la “tecnología espacial»» la que representa los más altos niveles científicos y tiene mayores aplicaciones en todos los ámbitos.
Así, D.Manuel Colmeiro, histórico catedrático de derecho administrativo del principios del siglo XX, ya escribió: “Pascal ha dicho que los canales son caminos que andan, y si hoy viviera añadiría que los caminos de hierro son caminos que vuelan»». También resultan significativas estas coplas anónimas de mediados del siglo XIX, nacidas con motivo de la inauguración de la línea Barcelona-Mataró: “Entre los inventos mil, ninguno tan portentoso como el ferrocarril. Tan rápido como el viento te lleva hasta Mataró el carril, en un momento. Jamás tal cosa se vio, el comer en Barcelona y el cenar en Mataró»».
Ahora bien, tecnología y desarrollo, como así advirtió en 1970 el sociólogo estadounidense Alvin Toffler, en su obra “El Shock del futuro»», ha de cuidarse que no existan las contradicciones y el impacto del cambio social acelerado que provocan las nuevas tecnologías. En este sentido, merece la pena insertar aquí la frase del que fue Administrador de NASA, Daniel Goldwin, escrita en el Libro de honor del INTA, que está llena de una idea humanista en torno a las nuevas tecnologías: “conozcamos mejor el Universo para mejorar la vida en la Tierra»». En el momento en que vivimos, en el que la globalización adquiere su presencia, con tintes positivos y negativos, los anteriormente enunciados factores tienen una importancia vital. Ahora bien, no puede olvidarse, como ha afirmado Emma Bonino, que “Cada época ha tenido una globalización adecuada a su nivel tecnológico; lo que pasa, es que, en las últimas décadas, el progreso tecnológico ha sido tan extraordinario, que la globalización es un fenómeno espectacular; ahora todo pasa mucho más deprisa»».
Es indudable, pues, que la globalización existe porque existe el medio de transporte que la hace posible, y que es tan amplia y eficaz, como mejor y más rápido sea el transporte, como igualmente es evidente que no es una realidad nueva (la primera globalización importante la constituyó el imperio romano). Ahora bien, el concepto “globalización»», está unido al de “velocidad»», a ese término futurista, de modernidad, al que nos referimos más atrás. Puede afirmarse que, si el siglo XIX fue el del ferrocarril, el siglo XX fue el de la aviación y el del inicio del conocimiento del Espacio, que ha permitido desarrollar el actual modelo de comunicación en tiempo real a través de los satélites de comunicaciones. Estos avances, producidos en solamente alrededor 150 años, han cambiado y revolucionado claramente la vida de los pueblos, reforzando la globalización con las oportunidades que ello conlleva.
Y es tras estas disertaciones que, llegado a este punto de mi aventura en torno al transporte, transcurrida tan velozmente como esta última historia del transporte, que parece fue ayer cuando la principié, que rememorando a Francisco de Quevedo, es ya momento de agradecer esta nueva distinción, que habida cuenta mi dedicación a la AET y al transporte, es para mí muy apreciada, ya que “el agradecimiento es la parte principal de un hombre de bien»».
“Hombre de bien»», son las palabras que mejor enmarcan en el justo recuerdo de la insigne figura del fundador de la AET, D. Antonio Carbonell Romero, con quien tuve la imborrable satisfacción de laborar en pro del transporte durante tantos años, desde la fundación de la Asociación, hasta su fallecimiento. D. Antonio fue una persona de las que dejan huella, y todavía más que por su valoración profesional, por su cercanía y humanidad. Hoy, estaría orgulloso de contemplar como nuevos miembros de la Asociación, tan dignamente representada por su Presidente y Vicepresidente, D. José Ma. Pérez Revenga y D. Juan Manuel Martínez Mourin, dentro de un escenario de dificultades, han mantenido, y aun elevado, el prestigio de esta Asociación, que próximamente celebrará su cuarenta cumpleaños. Mi rendido reconocimiento a todos ellos por esta altruista labor, en la seguridad de que continuarán prestando a la Asociación este impagable servicio.
En D.Antonio Carbonell se hizo indubitadamente patente el adagio latino “age quod agis»», que quiere decir que lo que debe de hacerse, se hace, pero se hace bien, y lo que es lo más importante, haciendo el bien. Esta es la línea de conducta a seguir en todos los órdenes.
Y con esta cita en justo reconocimiento a la memoria de un grande del transporte, reitero mi gratitud, no sin animar a cuantos hoy nos acompañan, a que sigan trabajando responsablemente desde el estudio, por la mejora de este estratégico sector que es el transporte, en un ámbito globalizado, en el que voluntariamente hemos cedido las competencias a la UE, ya que aun siendo compartidas, cuando desde ésta se legisla, y prácticamente lo ha regulado todo en este sector, la materia en cuestión queda ya de la exclusividad del derecho comunitario, dentro de su “política común de transportes»». Es por ello que, frente a una política común ordenancista, llevo ya dos décadas propugnando la implantación de una “política común tecnológica del transporte»», como la única para acelerar el progreso del sector, esto es, los problemas medioambientales, de seguridad y de intermodalidad.
Estas y no otras, son la razón de ser de la AET, que, parafraseando a Walter Lippmann, “cuando todos piensan igual, es que ninguno está pensando«», siempre ha tratado de aportar ideas y soluciones en un escenario demasiadas veces encorsetado en el imperio de una “única verdad»», de posiciones apriorísticas dogmáticas de toma de decisiones, tan negativas para la modernidad y para la democracia; y peor aún, de aquellos que desde posiciones de autoridad pública, casi recién llegados, con muy escasos conocimientos, afirman casi a diario hacer historia con sus mediocres y erróneas decisiones, pero todo esto son otras cuestiones sobre las que hoy aquí es impertinente extenderse.
Finalmente, con nueva especial evocación a la familia de D. Antonio Carbonell, aquí presente, siempre en nuestra memoria, felicitar a los otros hoy homenajeados, cuyos méritos, sin duda, les hacen acreedores de la distinción que hoy reciben. A unos, como D. Alfredo Irisarri, que está en la mejor historia del transporte, y a mí, como ya “viejos rockeros»», esta distinción tiene para nosotros un significado muy especial, difícil de describir con palabras. Para los jóvenes, a los que les resta un largo camino, como a nuestra Secretaria de Estado Dª Isabel Pardo de Vera y D. Javier Gándara Martínez, seguro que les animará con más fuerza a no desfallecer en un ámbito complejo, lamentablemente demasiado politizado y a veces de innecesaria confrontación, en el que debe de reinar el consenso basado en fundamentos sólidos, desplegando así su actividad, conocimientos y experiencia en pro de nuestro sector del transporte, en definitiva, de esta maravillosa casa común que es España». ¡¡Muchas gracias!!.
Fernando José Cascales Moreno: Abogado. Académico. Del Cuerpo Técnico de Inspección del Transporte Terrestre. Ex Director General de FFCC y Transportes por Carretera, y del INTA. Ex Presidente del Consejo Superior de Obras Públicas y de INSA. Ex Inspector General de Servicios Ministerio Transportes, Turismo y Comunicación.
Fotos: AET
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