La mayoría de las personas de la generación de nuestros padres daba por acabado el hecho de «salir de fiesta» cuando formaban una familia y llegaban a la mediana edad.
Hoy no es así. Al contrario: es un ir de fiesta diferente, porque el consumo de ocio asociado a la fiesta que hace esta generación es principalmente diurno, y se ha dado a conocer con el nombre de «tardeo».
Esto se ha notado en la oferta de fiestas, conciertos y sesiones de disc-jockeys en horario de tarde, que ha crecido de manera exponencial en los últimos años. Así, proliferan las sesiones con música de los años 80 y 90 –el Common People que hacen en el Razzmatazz de Barcelona es un ejemplo perfecto–, fiestas en terrazas de hotel, eventos que combinan buena gastronomía y la música, pool parties y discotecas que abren al público desde las cinco de la tarde hasta las once de la noche. Un horario perfecto para poder salir y el día siguiente estar en buena forma.
Para Alba Colombo, socióloga de la cultura, profesora de los Estudios de Artes y Humanidades de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y directora del grupo de investigación IDENTICAT (Lengua, cultura e identidad en un mundo global), este tipo de ocio de tarde «está fuertemente vinculado a los cambios en la manera de consumir y relacionarse de la generación que ahora tiene cuarenta y cincuenta años, la llamada generación X».
«Desde una perspectiva sociológica, si antes se consideraba que la juventud terminaba en la treintena, ahora se extiende hasta la cincuentena. Es una actividad relacional y cultural que no se vincula únicamente a la noche –como era habitualmente el ocio festivo–, sino a salir de fiesta por la tarde». Según Colombo, que es catedrática en Critical Event Studies, el «tardeo» se ha hecho popular porque «es muy práctico y útil», y responde a las necesidades de esta generación de edad más avanzada, que puede salir en horario de tarde y volver a casa a una hora que les permita hacer una vida normal al día siguiente.
En realidad, el «tardeo» no es tan nuevo. El hecho de salir por la tarde ya existe desde hace años. Su precedente son los afterwork, los encuentros en bares después del trabajo para charlar ante una cerveza o una copa de vino antes de volver a casa y relajarse después de un día en la oficina: «Es algo que se inventó el mundo de la restauración para cubrir una franja horaria en que no tenían clientes», explica Colombo, y que es muy típico del mundo anglosajón.
Cambio de modelo familiar: una generación que no renuncia a la fiesta
La investigadora de la UOC, que es directora del diploma de especialización de Gestión de Eventos Culturales, Deportivos y Corporativos y experta en acontecimientos culturales del mundo contemporáneo, cree que en la raíz de este fenómeno también están los cambios que ha experimentado el modelo de familia tradicional, «una especie en extinción», en su opinión. «Cada vez hay más separaciones, y las personas que están en la cuarentena y la cincuentena quieren seguir conociendo a gente y pasándolo bien como individuos, pero no en familia. Esta nueva opción de ocio festivo les permite llevar a cabo actividades que hacían cuando tenían veinte años, pero en otro momento del día, y quizás también volver a encontrar pareja después de la separación», explica Colombo.
Es la misma generación que utiliza las aplicaciones de citas, que van a la baja según diferentes estudios, porque la gente prefiere volver a relacionarse en persona, y lo hacen en esos nuevos espacios de relación muy orientados a los separados y las separadas que quieren pasarlo bien y buscan pareja sexual. Es un colectivo, dice la investigadora, que se ha vuelto «individualista, que prioriza sus necesidades por encima de las de la pareja, y que se separa más. Esto genera que haya muchos más espacios para que esta generación salga de fiesta fuera de las limitaciones que representa el espacio familiar».

Para Alba Colombo, esta nueva idea del ocio está vinculada en cierto modo a «una sociedad cada vez más neoliberal y consumista, en que impera un consumo hiperaturdido, con la idea de que, si no haces cosas, consumes y sales, te dejarás perder la vida. Esto va en detrimento de ciertos compromisos emocionales y personales», explica. Sea como fuere, el «tardeo» va al alza: estar en la cuarentena o la cincuentena –incluso en la sesentena– ya no es sinónimo de renunciar a la fiesta y al ocio hedonista. El mundo de la hostelería y el ocio se ha aliado con una generación que tiene poder adquisitivo y muchas ganas de divertirse, porque todavía les queda vida por delante y quieren exprimirla al máximo.
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