Dos vascos, entre los mayores pillos detectados por las aseguradoras

Fingieron un accidente de coche en una rotonda para cobrar una pensión vitalicia por invalidez. Los autores del intento de fraude son funcionarios.

La suya fue una de las 306.000 reclamaciones fraudulentas al seguro que se realizaron el año pasado en España. Dos funcionarios vascos, presumiblemente descontentos con sus condiciones laborales, provocaron una colisión con otro coche con la esperanza de lograr una jugosa indemnización por lesiones y la incapacidad permanente absoluta que les retirase de trabajar. Pero la jugada les salió mal: el testimonio del otro conductor -quien aseguró que más que chocar, el coche se abalanzó sobre él-, y el sorprendente hecho de que las ‘víctimas’ tuviesen contratados nada menos que tres seguros de vida hizo sospechar de sus intenciones. Su seguimiento por parte de detectives permitió comprobar que las lesiones eran simuladas y que su único objetivo era estafar al seguro y conseguir una pensión vitalicia.

El caso de estos dos empleados públicos vascos ha sido merecedor de un galardón en el XXII concurso de detección de fraudes que organiza cada año la entidad Investigación Cooperativa de Entidades Aseguradoras (ICEA), con el fin de premiar los esfuerzos realizados por los profesionales del sector para combatir las estafas. Sólo el año pasado los intentos de fraude, entre siniestros simulados, inducidos o inventados, tuvieron un impacto de 550 millones de euros. Más de la mitad de las cantidades reclamadas correspondían a supuestos de accidentes de tráfico. La cifra puede parecer abultada pero, si se compara con los 51,7 millones de siniestros atendidos, «es una muestra de que los fraudes son obra de un colectivo minoritario», señalaron fuentes de la patronal aseguradora Unespa tras la entrega de los galardones celebrada ayer en Madrid.

En el caso de los estafadores vascos, la compañía premiada fue Caser. Según los partes aportados en su momento, el vehículo entró en una rotonda de una localidad cántabra sin respetar la preferencia de paso e invadió un carril chocando contra el otro coche. Además de las declaraciones de este conductor, llamó la atención el hecho de que tuviesen tres pólizas de vida, «una circunstancia que puede darse, pero que es muy poco frecuente», lo que levantó la liebre y permitió desenmascararles. No fueron los únicos.

Implicados en 30 ‘accidentes’

El ganador del primer premio en la categoría del seguro de automóviles ha sido para Línea Directa por una investigación que destapó la existencia de una red de delincuentes especializados en simular atropellos. El primer caso detectado fue un arrollamiento a dos personas ocurrido en una localidad de Sevilla al que sucedió, un mes después, otro accidente similar en la misma provincia. A la aseguradora le llamó la atención que los dos implicados en estos sucesos, distintos y separados en el tiempo, hubiesen facilitado el mismo teléfono de contacto. Así se localizó un tercer siniestro, donde uno de los asegurados reaparecía, si bien esta vez como lesionado -en lugar de como conductor- y junto a otras seis víctimas. La investigación permitió comprobar cómo los implicados se habían visto envueltos en nada menos que ¡30 accidentes de tráfico distintos! Alguno de los miembros de la red había llegado a estar involucrado en 19 siniestros, unas veces como conductor y otras como presunto peatón atropellado.

Rinoplastias… ¿en el ano?

La aseguradora Generali detectó una relación «anómala» en varios partes de reembolso de gastos médicos referidos a sendas operaciones por hemorroides y fisura anal. Todos los casos provenían siempre del mismo cirujano y se llevaban a cabo en el mismo hospital. El perfil de las pacientes era, igualmente, muy similar: mujeres jóvenes, de posición socioeconómica acomodada y aquejadas todas ellas de problemas de hemorroides con un tratamiento previo sin mejoría y con posterior intervención quirúrgica.

Simulando ser un paciente, un detective acudió a la clínica y solicitó información para una rinoplastia. Cuando se consultó qué parte de la intervención podría sufragar el seguro, el médico le ofreció realizar una «pequeña triquiñuela». En concreto, le dio las instrucciones sobre cómo presentar el parte y le explicó que él se ocuparía de entregar la documentación como si fuera una intervención de cirugía general -supuesto cubierto por la póliza-, en lugar de un caso de cirugía plástica -concepto no contemplado por el seguro-.

Un vistazo a las fotografías de sus pacientes colgadas en redes sociales confirmó que todas ellas habían retocado su nariz. Porque, en realidad, el doctor era un cirujano estético que jamás realizó operación de hemorroides alguna y que tuvo que devolver 35.000 euros a la aseguradora.

El coche con dos accidentes

El protagonista de este caso, por el que se ha premiado a la aseguradora Pelayo, viajaba -supuestamente- de noche por una carretera de Asturias cuando, al tomar una curva, el vehículo se salió de la vía, cayó por un terraplén y dio varias vueltas de campana. El coche quedó convertido en un amasijo de hierros pero, milagrosamente, el conductor logró salir prácticamente indemne: su única lesión era un rasguño en la mano. También resultó sospechoso que el pretensor del cinturón de seguridad estuviese sin activar.

Las pesquisas permitieron averiguar que ese turismo había sufrido meses antes un grave accidente en el que había sido declarado en situación de siniestro total. No obstante, el coche tuvo que ser reparado en tiempo récord, puesto que el conductor aseguró haberlo adquirido apenas 19 días después tras pagar 21.000 euros. Curiosamente, los daños del vehículo coincidían en buena medida con los que había sufrido en su primer accidente.

La investigación descubrió que la factura era falsa. En realidad, el asegurado había adquirido el coche ya convertido en una chatarra por 2.400 euros. Luego, el conductor había buscado una carretera aislada y con curvas para despeñarlo por un barranco y hacer el paripé.

El robo que nunca existió

Un empresario de Toledo denunció que un grupo de desconocidos accedió de noche a su nave industrial y sustrajo un cargamento de motores y cremalleras mecánicas, un robo por el que la aseguradora RGA le abonó una indemnización de 47.469 euros. Algún tiempo después, la compañía recibió una nueva reclamación por parte del mismo empresario: esta vez denunciaba actos vandálicos en la nave y acusaba de los mismos a un tercero. Al contactar con este último, el presunto vándalo negó la acusación y apuntó en su lugar que el asegurado era un estafador que se estaba dedicando a vender la mercancía presuntamente sustraída. Cuando la nave industrial fue registrada por orden del juez aparecieron los motores, que revendía a 350 euros la unidad.

diariovasco.com

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