Cuando creía que mis posaderas permanecerían, por largo tiempo indefinido, en el asiento del Volvo que en su momento guiaban mis manos, todavía sin padecer en exceso la enfermedad que conlleva, solía creer en la utopía de una jubilación tranquila y una estabilidad en dicho puesto de trabajo.
Como digo, es una utopía, sea el oficio que sea, cuestión de suerte como quien se juega en un casino su suerte. Circunstancias del devenir, mi culo dejó ese asiento libre y fue hora de buscar otro asiento, otro volante, sin importar modelos y comodidades, no trata de eso.
Trata del infinito bucle del sector. El malestar por parte de conductores, de empresarios, de cargadores, ya sabéis, cada cual llora lo suyo y mama quien puede. Sea como fuere, el respeto se nos debió ir perdiendo en cada viaje que hacíamos, porque estaréis de acuerdo que es un recurso que escasea por las empresas y lugares que visitamos.
Somos un cuerpo en declive, que al paso del tiempo por edad nos pudrimos lentamente hasta terminar siendo materia descompuesta. La misma produce hedor, y ese hedor es desagradable. Muchas veces ese olor agrio forma una especie de nube invisible e inodora pero que afecta al resto de la gente y a nosotros mismos.
En ese punto empiezo a segregar, más que adrenalina, serotonina, alegría, etc, agridez. Una sensación desagradable para uno mismo y para el resto. Dudo si es el complejo evolutivo o si el culpable de esta segregación es el oficio y quienes hacen de él, un deshecho putrefacto.
Se dice que los pequeños gestos son los que importan. Y qué sabio es el refranero español, porque aplica muy bien a mis síntomas anímicos frente a la profesión y su actual estado. ¿De quién es la culpa? No lo sé, sé que todo en la vida molesta, cansa, permea malestar en nosotros, pero en esta profesión se agrava o se multiplica, parece ser.
Con pequeños gestos y detalles como por ejemplo, prohibir el uso de baños/duchas a chóferes en lugares, el san Benito de descuidados y algo así como marginados, infravalorados, tratados como animales en ocasiones… Esos gestos tan sutiles hacen una bola muy grande que nos aplasta como personas, la moral, la alegría, la salud en general.
Uno de los últimos gestos recibidos ha sido por parte de un empleado de butaca. Entiéndase por ello quien está en oficina, con las comodidades que ello implica, gestionando viajes. Viajes que yo, y nosotros, los que estamos sobre el bloque motor, nos limitamos a cumplir la orden de viaje. Cada chófer a su estilo, a su modo, a su parecer…
El viernes se me hizo entrega de un viaje desde Sagunto hasta Jerez de la Frontera y Chiclana de la Frontera. Con un horario de descarga en destino, en ambos sitios de 8:30 a 13:30, al margen de las casi 3 horas para cargar en Sagunto, tras estar fuera de casa desde el lunes y llegando a la misma, el viernes sobre las 23:00 horas
El sábado lo invertí como todos, en hacer lo que tenía pendiente y no podemos hacer los que ejercemos este oficio. El domingo sin duda, lo aproveché para el descanso propio, siendo este escaso tras 5 días sin parar como quien dice.
El lunes, a las 8:10 tras subir y arrancar el motor, el móvil de la empresa suena y el señor del otro lado de la línea da inicio al tercer grado. ¿Dónde estás? Respondo que en Buñol, subiendo mis enseres a la cabina para arrancar. ¿Vas para Jerez de la Frontera? Si, para descargar mañana (martes). ¿Y no deberías haber salido ayer?, preguntó. Aquí, si fuese una película de mi admirado Quentin Tarantino, visualizo la escena toma a toma y Django o Los odiosos 8 se quedan un tanto cortas para lo que mi instinto primitivo me impulsaba a actuar.
Respetuosamente y con condescendencia le respondí, importándome una mierda, hablando mal a estas alturas de opinión, que no, que llegué el viernes a las 23:00 a mi casa y que el cliente estaba hasta las 13:30 del lunes. Respondió un simple vale y listo.
¿De verdad sin ser una persona agresiva, pueden hacerme convertir en un energúmeno que cada vez siente perder más la paciencia y el control frente a cosas similares a esta? ¿Es normal sentirse mal porque te hacen sentir, ya no un número, si no carne de cañón?. O como esto no es la guerra, sería carne de camión.
Lo tomo con filosofía, de verdad. Restando importancia y devolviendo indiferencia a este tipo de gentes, sin miedo al temido «despido», dejando que por un oído entre el «Aquí, al día hacemos una carga y descarga, o descarga y carga», porque me da exactamente igual.
El trabajo es la esclavitud moderna se dice, pero más bien es la deuda. O quizás sean ambas, sea como fuere se que no soy el único en este tipo de situaciones, que somos muchos, que son más, y más parecen ser los que no sé si por necesidad, falta de medios, de estudios, de oportunidades, aceptan este circo y estas formas de trabajo. Me da igual la verdad… Uso esta oportunidad para gritar en palabras escritas, que quizás, con suerte, sirva de algo. A mí, al menos, para desahogarme un poco.
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