El día que cayó Lehman Brothers: La ruina que nos despertó del sueño. Opinión

Ese 15 de septiembre fue la caída de Lehman, pero también el despertar de muchos de nosotros

Ese 15 de septiembre fue la caída de Lehman, pero también el despertar de muchos de nosotros
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¡Ey Tecnófilos! ¿Qué está pasando por ahí?

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15 de septiembre de 2008. El día que Lehman Brothers, ese coloso financiero con más de 150 años de historia, se desplomó como un castillo de naipes. Una fecha que para muchos pasó como una noticia más en la sección de economía, pero que para quienes vivíamos del riesgo, la empresa y la tecnología supuso el preámbulo de la tormenta perfecta. Fue, sin exagerar, el comienzo de la ruina. El día en que nos despertamos del sueño de la opulencia para entrar de lleno en una pesadilla global.

En lo personal, recuerdo aquel día como el inicio de un “casi fin”. No solo de los mercados, sino de trayectorias vitales, proyectos empresariales y sueños que parecían sólidos hasta la víspera. Hasta entonces, vivíamos bajo la ilusión de que el crédito era infinito, de que el sistema financiero era indestructible y de que el crecimiento era una especie de derecho adquirido. Nadie quiso verlo venir. Nadie quiso escuchar a los que advertían. Y la bofetada fue tan brutal que, aún hoy, España sigue convaleciente.

El impacto fue devastador.

Empresas que dependían del crédito cayeron como fichas de dominó. Familias enteras quedaron atrapadas en hipotecas imposibles. Jóvenes que habían creído en un futuro mejor se encontraron con la precariedad como única certeza. Y en medio de esa ruina, muchos empresarios, como yo, tuvimos que reinventarnos o morir. Fue un punto de inflexión vital: o aprendías a prever lo impensable, o quedabas arrasado.

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Lo más duro no fue la caída de Lehman, sino el desmoronamiento de la confianza. Porque cuando la confianza muere, el dinero deja de fluir, y sin dinero, ni la economía ni las empresas respiran. La nuestra fue una generación que descubrió en carne propia que los ciclos económicos no son gráficos de un libro de macroeconomía: son dramas humanos.

Ayer 17 años después, era momento de reflexionar. La ruina nos enseñó que no hay certidumbres eternas. Que todo sistema, por más sólido que parezca, se tambalea si se olvida de la prudencia. Que la prevención -esa palabra que muchos confunden con paranoia-, es la mejor inversión que puede hacer un empresario. Como he repetido tantas veces: la redundancia salva vidas, negocios y trayectorias. Y en mi caso, fue esa mentalidad “prepper empresarial”, esa manía de tener siempre un plan B (y un C) la que me permitió resistir.

Quizá lo que nos dejó Lehman Brothers no sea solo una crisis económica, sino una lección cultural: nunca confiar ciegamente en que “esto no puede pasar”. Sí, puede pasar. Pasó. Y volverá a pasar, porque el ser humano tiende a olvidar. Pero quienes hemos vivido esa ruina, quienes hemos sentido el vértigo de la caída, sabemos que la única forma de no repetirla es cultivar la cultura de estar prevenidos.

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Ese 15 de septiembre fue la caída de Lehman, pero también el despertar de muchos de nosotros. El fin del autoengaño. El inicio de otra forma de vivir y emprender: más dura, más sobria, más consciente. Y, paradójicamente, más libre. Porque cuando ya lo has perdido todo una vez, aprendes que la verdadera opulencia no está en el exceso, sino en la prudencia.

¡Se me tecnologizan!

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