Opinión

Todavía quedan profesionales de la carretera que aman su oficio y no quieren abandonarlo. "El diván del transporte". Opinión

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Imagen de un camionero
Todavía quedan profesionales de la carretera que aman su oficio y no quieren abandonarlo. "El diván del transporte". Opinión

  Xavi Navarro, Director de Transporte News Radio www.transportenewsradio.com

El amor a su profesión hace del trabajo del conductor de un vehículo, ya sea taxista, camionero, furgonetero o autobusero, un estilo de vida único que corre por sus venas, que lo lleva en su sangre. No se concibe a un profesional satisfecho con su labor sin una motivación diaria, una felicidad encontrada en lo que hace. Y es cierto, aún quedan profesionales que aman lo que hacen, que cuidan de su "máquina" rodante como si de un ser vivo se tratara. Profesionales que su hacer es más importante que el cuánto hacen, que ese hacer suyo opera en los demás y en ellos mismos.

Profesionales que saben que el desamor por el oficio nos hace mediocres en la noche oscura del trabajo, por ello circulan día tras día por la carretera con motivos elevados y actitud de servicio. Salen con su taxi a "apatrullar la ciudad" o con su "quinta rueda" a recorrer kilómetros de una "buena ruta", aprecia los amaneceres, disfruta con la paz de los anocheceres, las manos sujetas en el volante y por delante la libertad. Gente hecha de otra pasta, que no les duele decir en voz alta: soy transportista.

Aquellos chalados en sus locos cacharros

Sin embargo, cada vez quedan menos de estos amantes de una de las profesiones más duras que existen. Puede que alguno de ellos esté en este oficio porque haya pactado con el demonio, firmado con su sangre en un papiro virgen y con pluma de ganso rojo a la luz de la luna llena, en un cruce de caminos la noche de Walpurgis.

Eso debe imaginar la mayoría de los que los mira con menosprecio o desaparecen de la conversación cuando estos profesionales de la rosca comentan sin miedo que están luchando por mantener a flote su negocio o su contrato de trabajo, su vehículo, su oficio, pero CON DIGNIDAD. Que a tal fin se han unido a otros que, como ellos, se agrupan en colectivos, asociaciones o sindicatos para cambiar el rumbo de la cosa, para defender sus derechos, mejorar sus condiciones económicas. Y ya no es cuestión de temeridad, que no valentía, sino porque ama su profesión.

Y es gracias a la existencia de esos profesionales a que aún tengamos esperanza. Son pocos porque la mayoría considera su trabajo una tortura y la aceptan resignados. El mercado laboral, la sociedad de consumo, ha amansado rebaños y más rebaños de transportistas que asocian el trabajo tanto con la esclavitud como con el sufrimiento.

Que venden sus servicios a cambio de una miseria, que parecen olvidar que para que las condiciones de trabajo fueran cada vez menos penosas nacieron los sindicatos y los gremios profesionales, sin los cuales no habría pensiones, ni salario mínimo, ni bajas por enfermedad, ni derecho a paro, ni días de fiesta..., todo eso que hoy nos parece lo más natural pero que no tendríamos si quienes nos precedieron no hubieran luchado con uñas y dientes por conseguirlo y que estamos perdiendo, sacrificándolo en el estéril diálogo con la gran patronal, con las cesiones a las multinacionales de las nuevas economías, con las reformas laborales, con la imposición de reglamentos, ordenanzas, normativas y directivas cada vez más escandalosas y contrarias al bienestar social.

Ante todo, solidaridad con los que aman su oficio

Por todo ello este artículo rinde homenaje a todos aquellos profesionales que aman la carretera y que luchan para que todos los ciudadanos conozcan su labor y apoyen sus reivindicaciones: la carretera es un oficio duro y por ello requiere unas condiciones de trabajo dignas. Es muy probable que la burbuja del transporte reviente no dentro de mucho y que la práctica totalidad del sector de mercancías por carretera y viajeros se eche al monte, se movilice y su lenguaje sea más contundente que nunca. Y seguramente todo se haya iniciado por los que aman la profesión, porque no están dispuestos a perder más y, ni mucho menos, a abandonarla.

Foto: Archivo Diario de Transporte