Igual te resulta aburrido, pero me apetece hablar de sentimientos.
Llevo más de treinta y tres años como conductor profesional, en esos años he visto muchas cosas, me han contado mis colegas otras tantas cosas, podría escribir un libro.
He visto nacer una vida, he visto vidas irse para siempre, y he podido ver sentimientos, de esos quiero hablar.
Cuando me pongo a controlar billetes a pie de puerta, ves caras de felicidad porque van al destino que desean, para encontrarse con su familia o con ese ser querido, también ves caras de tristeza porque dejan un lugar o a personas queridas.
También te viene el típico padre o madre que te pide que no corras y que vayas con cuidado porque llevas a su hijo o hija, eso tiene fácil contestación con un «yo también tengo familia que me espera», puede parecer seco, pero les dejas mudos y pensativos.
Me gustan las estaciones y paradas en ruta, antes de subir se dan infinitos besos y abrazos, luego, cuando te vas alejando, vés su movimiento de manos y alguna lágrima recorrer mejillas.
¡Cuántas emociones, cuántas cosas puedes ver, y de cuántas te puedes sorprender!, digo esto último porque en una época de mi vida profesional estuve haciendo unos años el mismo recorrido los viernes y domingos, no diré el recorrido por prudencia.
Recuerdo aquella chica tan bonita con su larga melena negra, unos ojos verdes que cuando te miraba sentías como salía su mirada por la nuca, y cuando te sonreía te quedabas perplejo, ella se despedía en el punto «A» de su pareja como si fuese a acabarse el mundo, le hacía un examen de caries lingual brutal, él hacía aspavientos cuando me retiraba marcha atrás de la dársena, me encantaba ver ese amor tan expresivo y tan bonito.
Lo sorprendente venía en el punto «B», la bienvenida era de otro chico e igual de efusiva que la del otro en el punto «A», llegaba el domingo y se producía lo mismo que el viernes pero en sentido contrario, eso lo pude ver durante los dos años que hice esa línea, todavía me pregunto quién era cada cual.
Siempre digo que los conductores de autobús no sólo llevamos personas, también llevamos amor e ilusiones.
Te invito a cuando pase todo esta historia que estamos viviendo, a que te sientes en una estación y observes lo que te cuento, fíjate en las caras y gestos de las personas, en las que se van y en las que se quedan, intenta empatizar y adivinar, por y para qué están viajando, es apasionante.
Autor: Pedro Romero García . Nos ha dado permiso para publicar su reflexión.
Foto: Archivo
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