¡Ey Tecnófilos! ¿Qué está pasando por ahí?
A veces me pregunto si el problema no es que el sistema educativo haya ido para atrás, sino que directamente haya entrado en combustión espontánea.
Si uno observa el panorama con un poco de atención (y dos dedos de frente, que ya es pedir), verá que no es que falte información, ni acceso, ni recursos… lo que falta es criterio. Lo que sobra, eso sí, es titulitis, victimismo, mediocridad sobreactuada y gente que, sinceramente, no ha aprobado ni el “primer grado” de la vida.
Sí, has leído bien: ¡PRIMER GRADO! Como ese libro que sostenía un niño rubio sentado sobre otro libro más grande que su sentido común. Una portada que parecía sacada de una película de propaganda moralista… pero que al menos educaba.
Hoy, en cambio, vivimos en la época de la “educación emocional”, donde enseñar a sumar está mal si el niño se siente «estresado», y corregir una falta de ortografía puede ser considerado un ataque a su autoestima. El resultado: adolescentes que no distinguen entre «haber» y «a ver», universitarios que no saben redactar un correo sin emojis, y adultos que confunden libertad con libertinaje y opinión con conocimiento.
¿Dónde quedaron la urbanidad, el respeto, el esfuerzo y la excelencia?
¿Dónde quedó eso de levantarse al entrar un profesor o ceder el asiento a una señora mayor sin esperar un TikTok de recompensa? Ahora educamos en “valores blanditos”, con pedagogías tan líquidas que te resbalas solo de leerlas. El sistema produce lo que le pedimos: jóvenes perfectamente adaptados al mundo de la queja, la hipersensibilidad y la exigencia sin mérito.
Y mientras tanto, los que aún creemos en la meritocracia, en que la letra sin sangre entra (porque lo que duele no es aprender, sino no saber), y en que el saber ocupa lugar pero te lleva lejos, contemplamos estupefactos cómo generaciones enteras no serían capaces de pasar ni la primera página de la vieja Enciclopedia Álvarez sin sufrir un microinfarto moral por «contenido ofensivo».
Lo que nos hace falta no es más innovación educativa.
Lo que nos hace falta es volver a enseñar que:
– El conocimiento no se improvisa.
.- La educación no se negocia con caprichos.
.- La vida no te debe nada.
Y que sin esfuerzo no hay derechos, hay dependencia
La escuela era exigente porque el mundo lo es. Hoy, hacemos creer a los niños que todo se logra con “quererlo mucho” y un “vision board”, y luego vienen las crisis existenciales cuando descubren que el Excel de su jefe no entiende de chakras.
Así que, sí: a muchos les hace falta volver al Primer Grado. No como castigo, sino como rescate. Para reaprender lo básico: leer, escribir, pensar… y comportarse.
Y si puede ser sin tanto glitter, mejor.
¡Se me tecnologizan!
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