¡Ey Tecnófilos!
Vamos a dejarlo claro desde el principio, sin paños calientes: los ricos no tienen ideología. Tienen dinero. Y con eso les basta. Porque mientras tú te debates entre izquierdas o derechas, entre cambio climático o conspiración, entre banderitas o causas sociales, ellos ya están cobrando el dividendo.
Los ricos no se manifiestan, no hacen huelga, no llevan pancartas. Ellos financian a los que lo hacen. Y lo hacen con una sonrisa, porque saben que cuanto más divididos estén los pobres por sus emociones, menos peligro representan.
Vamos a intentar aprender algo: Las ideologías son necesarias… cuando no tienes poder. Cuando estás en el barro y necesitas un relato que te dé esperanza, estructura o rabia canalizada. Pero cuando ya estás arriba, cuando el mundo funciona según tus intereses, ¿para qué vas a tener ideología? Es como llevar salvavidas en un yate.
Por eso los ricos no discuten sobre feminismo, ni sobre cambio climático, ni sobre woke, ni sobre guerras. Ellos patrocinan el debate. Montan fundaciones, financian ONGs, colocan eslóganes en campañas… y tú, iluso de a pie, crees que están comprometidos. No, no. Están invirtiendo.
Mientras tú te emocionas, ellos diversifican. Mientras tú luchas por tus ideas, ellos ajustan su cartera. Mientras tú reciclas con culpa ecológica, ellos vuelan en jet privado a Davos para hablar de sostenibilidad.
Y ahora llega el momento estelar: Europa te recomienda tener un “kit de emergencia»». ¡Maravilloso! No pueden garantizar la seguridad energética, ni alimentaria, ni política… pero tú ten agua, pilas y una linterna, como buen ciudadano resiliente. Eso sí: no pidas que controlen el lobby farmacéutico, los mercados financieros o el caos migratorio. Que eso, amigo mío, no entra en el kit.
¿Y la educación? Mala, mediocre, ideologizada y vacía. Un campo abonado para ilusos, donde el pensamiento crítico está en peligro de extinción. Pero no pasa nada, mientras los chavales aprendan a identificar sus “emociones»» y a no herir sensibilidades… el sistema seguirá produciendo perfectos súbditos para la fábrica de consumidores manipulables.
La realidad es que los pobres tienen emociones, y los ricos tienen acciones. Unos gritan, los otros invierten. Unos discuten en redes sociales, los otros diseñan los algoritmos. Unos sueñan con cambiar el mundo, los otros compran el mundo que hay.
Y tú, querido lector, puedes seguir creyendo en tu causa de temporada, mientras pagas impuestos, inflación, dogma educativo y dos horas de lista de espera para una radiografía.
Pero no te preocupes, si las cosas se ponen feas… siempre puedes sacar tu kit de emergencia, encender la linterna… y ver, por fin, en qué clase de mentira has estado viviendo.
Los ricos no tienen ideología. Tienen dinero. Y con eso, ya ganaron antes de que tú empezaras a jugar.
¡Se me tecnologizan!
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