¡Ey Tecnófilos! ¿Qué está pasando por ahí?
El Ikigai del autónomo y del emprendedor.
La logoterapia de Viktor Frankl nos recuerda que lo que sostiene a las personas no es ni el placer ni el poder, sino el sentido. Esa misma brújula puede aplicarse al mundo empresarial y se conecta con el concepto japonés de ikigai, esa razón de ser que da coherencia a lo que hacemos. Si un hombre en un campo de concentración podía resistir gracias a un propósito, ¿cómo no va a necesitarlo un autónomo o un empresario en medio de la jungla competitiva?
Este manual no es teórico, es práctico. Piensa en él como un kit de supervivencia:
1.- Define tu propósito. Pregúntate por qué existe tu empresa más allá de ganar dinero. Si la respuesta no emociona ni a ti, difícilmente moverá a otros.
2.- Ama lo que haces. Sin pasión no hay energía sostenida. Si no disfrutas ni un ápice con lo que construyes, cambiarás esfuerzo por hastío y nunca habrá excelencia.
3.- Haz lo que sabes hacer bien. El ikigai exige talento. No basta con querer, hay que ser capaz. Identifica tu fortaleza y ponla en el centro del negocio.
4.- Responde a una necesidad real. El mercado no premia caprichos, premia soluciones. Si tu empresa no resuelve un problema, tarde o temprano será irrelevante.
5.- Asegura la sostenibilidad económica. El propósito sin ingresos es puro voluntarismo. Asegúrate de que lo que ofreces tenga un modelo de ingresos viable y duradero.
6.- Convierte la crisis en aprendizaje. Frankl decía que incluso el sufrimiento podía tener sentido. Para el empresario, la adversidad no es castigo, es escuela.
7.- Construye confianza. La decencia no es opcional: sin ética no hay futuro. Cada decisión te coloca en un lado u otro: empresario decente o empresario indecente.
8.- Crea comunidad. La empresa no es solo balance, es un ecosistema humano. Haz sentir a clientes, socios y empleados que forman parte de algo que importa.
9.- Sé ejemplo de actitud. El líder logoterapéutico no manda, inspira. Tu gente no imitará tus discursos, imitará tu manera de afrontar la vida.
10.- Piensa en el legado. Una empresa con propósito trasciende a sus fundadores. Pregúntate: ¿qué huella dejará mi proyecto cuando yo ya no esté?
Este decálogo es, en realidad, un mapa para no perderse. Porque la empresa no se sostiene solo con capital ni con tecnología, sino con la convicción de que lo que hacemos tiene sentido. El ikigai japonés lo muestra con cuatro círculos, la logoterapia de Frankl lo explica desde el abismo de la existencia: cuando encuentras un para qué, puedes soportar cualquier cómo.
El empresario que integra estas ideas no solo dirige un negocio: dirige un proyecto con alma. Y eso, en un mundo de mediocracia, es revolucionario.
¡Se me tecnologizan!
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