Raúl, Sergio, Alberto y Belén (nombres ficticios) reciben su nómina a fin de mes. Un documento que se parece muy poco a su trabajo real. Son conductores asalariados de cualquier empresa del transporte por carretera de Salamanca, en su caso del discrecional de viajeros, con todos los papeles en regla: carnet D, CAP en vigor, experiencia contrastada y muchas horas de carretera.
Lo que no tienen en regla es su sueldo. Cada mes, el papel que reciben de administración omite parte importante de su jornada, disimula conceptos que deberían retribuirse y se blinda con tecnicismos para maquillar una verdad incómoda: la nómina de un conductor es una ficción contable que esconde trabajo no pagado.
El engaño de la «nómina bonita»
A simple vista, una nómina puede parecer «correcta» y mostrar una cifra neta que, en apariencia, parece justa. Esto no es casual. Es un maquillaje contable deliberado para simular justicia donde solo hay precariedad disimulada. Las pagas extra suelen prorratearse, reduciendo así el impacto visual de lo que realmente se debería percibir. Al mismo tiempo, se ajustan al mínimo las deducciones fiscales y se introducen conceptos ambiguos como «complemento», «plus voluntario», “plus de productividad” o “incentivo” sin desglose alguno. Todo para que la cifra final sea «bonita», aunque ficticia.
El trabajo invisible y sin pagar
Lo que no se ve, y lo que no se paga, es lo que realmente duele. Se borra con la misma facilidad con la que se manipula un Excel, pero con consecuencias devastadoras para el conductor y su familia. Esta situación se da mientras las empresas del sector presumen de tarifas competitivas y servicios impecables. Pero esa competitividad se construye a costa del sueldo de quien madruga, conduce, espera y regresa de madrugada sin que se le reconozca ni la jornada ni el esfuerzo.
¿Qué conceptos esenciales faltan sistemáticamente en estas nóminas?
.- Horas de disponibilidad: El tiempo en que el conductor no está conduciendo, pero permanece en destino, a cargo del vehículo y listo para operar. No es descanso; es trabajo no efectivo y debe cobrarse. (véase el artículo de DT Las horas robadas)
.- Horas de presencia: Aquellas en las que el conductor acompaña al grupo, permanece en el vehículo en ruta o espera instrucciones del coordinador o del cliente. También deben figurar en nómina.
.- Horas nocturnas: De 22:00 a 6:00, el Estatuto de los Trabajadores establece un plus específico que casi nunca se incluye, a pesar de ser habitual en el transporte discrecional.
.- Quebranto de moneda: El complemento por el riesgo asumido al cobrar billetes, gestionar pagos o manejar efectivo. Desaparece misteriosamente del salario.
.- Plus o categoría de conductor perceptor: Si el chófer realiza funciones de cobro de billetes o venta directa (frecuente en excursiones, transfers, lanzaderas…), le corresponde un plus o el reconocimiento de su categoría. Otro ausente habitual.
.- Plus de formación: Recogido en muchos convenios colectivos con una cantidad fija mensual. Las horas del CAP y otros cursos obligatorios, muchas veces realizados fuera de la jornada, no se pagan, como si formarse fuese un favor personal.
.- Días festivos trabajados: Algo habitual en un sector que no entiende de festivos ni de calendarios. Esa disponibilidad excepcional, que la ley contempla como retribuible de forma específica, simplemente no aparece reflejada en sus nóminas. El trabajo en festivo se cobra como un día cualquiera.
.- Dietas reales: Conductores que se ven obligados a pagar su comida o cena porque las dietas abonadas no corresponden con las estipuladas en su convenio.
.- Comida en plaza: Cantidad para comidas en su localidad con ciertos requisitos para su cobro.
A menudo, un «plus convenio» o «complemento personal» ficticio, no reconocido en ningún convenio, sirve para camuflar horas extra no reconocidas, dietas mal calculadas u otros haberes que deberían estar perfectamente desglosados. Este «cajón de sastre» es el instrumento perfecto para maquillar nóminas, inflar brutos y confundir a quien intente reclamar o fiscalizar la contabilidad laboral de la empresa.
Un salario digno, una hora efectiva
En muchos casos, la nómina muestra un número “bonito”: 1.400, 1.500, 1.600 euros. Pero cuando se dividen entre las 60, 70 o incluso 80 horas semanales reales, la cuenta es clara: el salario por hora efectiva apenas roza los 6 euros. Esto está por debajo del Salario Mínimo Interprofesional y, lo que es más importante, por debajo de la dignidad. Este número, además, está inflado artificialmente mediante el prorrateo de pagas extras y la minimización de retenciones, para que el salario «aparente» ser justo. Pero solo lo aparenta. Es un doble engaño: a la ley y al trabajador.
La complicidad necesaria: el papel de gestorías y administraciones
Detrás de cada nómina mal hecha hay una asesoría o gestoría que la confecciona. Estas empresas, muchas veces con abogados en plantilla, tienen la obligación de conocer tanto la legislación laboral como la normativa específica del transporte, incluyendo el Real Decreto 1561/1995, el Reglamento 561/2006 sobre tiempos de conducción y descanso, y los convenios colectivos aplicables. No pueden alegar ignorancia. Y, sin embargo, actúan como si todo valiera, siguiendo instrucciones del empresario de turno.
Se da una connivencia directa entre empresario y gestoría, donde lo que se firma no es solo un contrato de servicios contables, sino un pacto de silencio, opacidad y fraude. Cuando un conductor detecta una irregularidad y acude al jefe, este le responde que “eso lo lleva la gestoría”. Si contacta con la gestoría, esta le remite de nuevo al empresario, afirmando que “solo seguimos instrucciones”. Es un juego perverso de responsabilidades cruzadas que tiene un solo objetivo: descolocar, frustrar y silenciar al trabajador que se atreve a preguntar. Lo más grave es que estas irregularidades no son errores, sino prácticas sistemáticas, ejecutadas por profesionales que saben perfectamente cómo deberían hacerse las cosas, pero eligen conscientemente no hacerlas.
Sin embargo, esta cadena de complicidades se extiende aún más. La Administración, especialmente la Inspección de Trabajo y Seguridad Social y la Inspección de Transportes por Carretera, incurren en una preocupante pasividad al no ahondar ni investigar como se esperaría de ellas. A pesar de conocer la extensión de este fraude, no llegan al fondo del problema. ¿No se atreven? En base al Reglamento (UE) 2016/403 y la normativa española, falsear las nóminas es una infracción muy grave que debería llevar a la retirada de la honorabilidad para el transporte a las empresas implicadas con la consiguiente retirada de su tarjeta de transportes y su derecho para ejercer y continuar durante un tiempo con su actividad. El hecho de que este fraude esté tan extendido y apenas se persiga con la severidad que la ley permite, demuestra una pasividad administrativa que consolida la precariedad en el sector.
Las consecuencias que trascienden el papel: historias de vida robadas
Cuando a un conductor no se le pagan sus horas reales de trabajo, no es solo una injusticia laboral. Es un robo emocional. Es una herida doméstica. Esto es lo que no aparece en las nóminas, ni se ve en los datos del tacógrafo. Pero es el coste real de la injusticia.
.- Raúl, por ejemplo, lleva meses posponiendo la compra de una bicicleta para su hijo pequeño. Le prometió que se la regalaría si aprobaba todo en el cole. El niño cumplió. Él no pudo. No por falta de ganas, sino porque esa bicicleta —140 euros— no cabe en una economía doméstica exprimida hasta el último céntimo.
.- Sergio tiene una lavadora que pierde agua y hace ruidos extraños. Su mujer lava a mano la ropa pequeña y reza para que la máquina aguante un poco más. El servicio técnico les dijo que mejor comprar una nueva. Pero no pueden. No con una nómina que llega incompleta, aunque él esté fuera de casa 60 horas semanales.
.- Belén se sienta frente a un televisor de tubo que tarda cinco minutos en encenderse. Ha visto televisores planos por 200 euros en grandes superficies. Pero siempre hay algo más urgente: el gas, los libros, el dentista.
La nómina no solo roba dinero; roba proyectos, roba ilusión, roba esperanza. Mientras las empresas se ahorran legalmente lo que deberían pagar, los trabajadores pagan con su calidad de vida: renuncian a vacaciones, a pequeños lujos, a promesas hechas a sus hijos. A veces incluso a su propia salud. Y todo porque lo que legalmente deben cobrar, no se les reconoce, no se les paga y no se les permite reclamar sin miedo.
El precio de reclamar: despedidos por exigir lo que ya es suyo
A la vulneración económica se suma una amenaza silenciosa pero eficaz: el despido. Muchos conductores, especialmente aquellos con pocos meses o pocos años en plantilla, corren el riesgo de que, si se atreven a reclamar lo que legalmente les corresponde, la respuesta de la empresa sea fulminante. Y lo peor: legalmente tolerada.
En lugar de reconocer los conceptos no retribuidos en la nómina —horas de presencia, nocturnidad, festivos, dietas reales— las empresas optan por la vía más rentable para ellas: despedir al trabajador alegando causas sin fundamento suficiente, lo que suele acabar en un despido improcedente. Es decir, una indemnización y fuera. No una nulidad del despido, como debería ser cuando este es claramente una represalia por ejercer un derecho laboral. Porque la legislación actual, aunque contempla esta posibilidad, rara vez la aplica con contundencia.
Para la empresa, el cálculo es simple: sale mucho más barato pagar una indemnización por improcedente que abrir la puerta a que ese trabajador obtenga el reconocimiento de todos los atrasos, pluses o derechos impagados, y que además su caso sirva de precedente para el resto de la plantilla.
Y así, quien reclama termina fuera. Con una pequeña suma que no compensa el hecho de perder su empleo, su estabilidad, su antigüedad. Con la obligación de volver a empezar desde cero, mientras su puesto es ocupado por otro conductor que, ante el aviso tácito, callará. Porque el mensaje queda claro: quien habla, sobra. Quien exige, se va. Las empresas lo saben y lo utilizan como parte de una estrategia de disuasión encubierta, mientras la administración e inspección de trabajo que lo sabe, no actúa.
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