Proliferan, sobre todo en los últimos años, demasiados comentarios negativos sobre la profesión de camionero o transportista, invadiendo las redes sociales, noticias y foros, con constantes mensajes que tiran por los suelos una profesión que no es tan mala, ni tan cruel, salvaje, denostada y nido de esclavitud como algunas personas quieren hacer creer.
Afirman con rotundidad, en la gran mayoría de los casos, que «no se cumplen los convenios». Vamos a ver: No creo que a nadie le hayan puesto una pistola en la cabeza amenazándole con firmar un contrato de trabajo, con condiciones de esclavitud y un sueldo de miseria. Decir que no se cumplen los convenios es sencillamente aceptar que han firmado un contrato de trabajo desde la más absoluta ignorancia, sin haberse leído el convenio de su provincia o el de la empresa en la que está domiciliada.
Que consultar los convenios provinciales no son precisamente un secreto de Estado, no se guardan bajo 100 llaves en una cámara ultrasecreta, ni están escritos en arameo; al contrario, se pueden consultar muy fácilmente en cualquier diario oficial de las provincias, preguntando en un sindicato e incluso, hay páginas web que aportan toda la información al respecto.
Por lo tanto, si alguien entra a trabajar en una empresa y firma un contrato laboral desconociendo el convenio colectivo que le afecta, el primer problema lo tiene esa persona porque, por la misma regla de tres, puede firmar perfectamente su propia sentencia de muerte, apartados en los que el empresario le señale como responsable único y absoluto de cualquier avería, desperfecto, accidente o siniestro total del camión, incluso casos hay de seguros de vida sobre el conductor en el que el beneficiario en caso de muerte es la empresa.
Precisamente en un momento en el que está el sector clamando a los cuatro vientos que no hay conductores profesionales, que tienen el miedo metido en el cuerpo ante la jubilación de la generación nacida entre finales de los cincuenta y los sesenta, no creo que sea tan difícil hacerse valer como profesional pidiendo un salario justo, ajustado a convenio, al tiempo que se demuestra que se es un verdadero conductor profesional.
Lo otro es lamentarse, reconociendo públicamente que no se ha leído el convenio, no se han hecho valer como profesionales o que están más pendientes del camión nuevo que van a conducir, que de las condiciones laborales y sociales que les va a proporcionar la empresa.
Soltar ese río de lamentos, no es solo lamerse la heridas por los rincones de las redes sociales, es también dar una malísima imagen a las futuras generaciones de camioneros-as y transportistas, de una profesión que sí, que tiene muchos sacrificios, que no es un trabajo de oficina, pero que también tiene muchas satisfacciones, claro que depende de cómo cada cual las sepa apreciar, reconociendo que están amargados en un trabajo que nunca les gustó, que lo llevan muy mal.
El camión, como casi todas las profesiones en esta vida, requiere amarla, aunque se la pueda odiar muchas veces en la misma proporción, requiere muchísimo sacrificio alejados muchos días, semanas y meses de la familia, ver crecer a los hijos prácticamente solo de visita, al tiempo que necesita un ambiente familiar optimo de apoyo. Del mismo modo y en la misma proporción que es necesario un reconocimiento de la parte empresarial, no solo económico, nunca en la forma equivocada del mal llamado empresario, que ve en el conductor una pieza más del camión al que quema y le hace víctima de su mala gestión empresarial.
Creo sinceramente que se debe cambiar el concepto, formar a las nuevas generaciones para que sean buenos profesionales, que conozcan sus derechos y sus obligaciones, que sepan amar una profesión en la que se sientan valorados como trabajadores y como personas, que nunca les hagan sentirse superiores a nadie, si que se crean que saben más que nadie. No vale decir una y mil veces que el CAP no sirve para nada. Evidentemente, no sirve para nada a las personas que no saben valorar la formación, del mismo modo que las autoridades competentes lo han convertido en un trámite similar al de el carné de conducir, en el que se estudia para aprobar, no para aprender.
Ahora voy a dejar aquí un vídeo de un transportista, presidente de una asociación, en un discurso que pronunció en plena pandemia celebrando el día de San Cristóbal, Santo patrón de los conductores, que dice mucho más que miles de palabras que yo pueda escribir.
Vídeo:
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