Opinión

No es por ti, es por mi. La opinión de Salvador Egea LLull

"Sé que los lectores habrán entendido la metáfora y comprenderán que no he hecho nada más que humanizar y tratar de tú a tú a esta nuestra profesión"
Gráficos: José Carlos López Jato. Imagen de un conductor de camión. Foto de archivo
Imagen de un conductor de camión. Foto de archivo
No es por ti, es por mi. La opinión de Salvador Egea LLull

Ha pasado mucho tiempo desde que este medio publicó mi último artículo de opinión. Desde entonces, por una serie de motivos ajenos y sobre todo personales, me he mantenido ausente, tras ello, vuelvo.   

Quizás el público que me preste su tiempo para leer estas líneas sea más avanzado en tiempo que quien escribe, y aquella frase que los jóvenes de mi época adolescente se solían decir, nunca fuese anhelada por sus bocas, rezaba así: No es por ti, es por mí. 

Cuando tu igual, con quien compartías una relación, te lapidaba con esa frase, sabías que todo había terminado y no entendías nada. 

Así me siento y se deben sentir muchos compañeros y compañeras que comparten relación. Obviemos que cada quien tenemos nuestra forma de ser, nuestra actitud, nuestro temperamento, nuestras formas, nuestra visión particular de un mundo que se desnuda igual para todos. 

Estoy seguro de haber dicho con anterioridad que mi romance comenzó a temprana edad. ¿Recordáis esa mirada traviesa hacia quien sentíais atracción? Impulsos atávicos que no controlamos pero que sentimos y ejecutamos de modo automático. 

Las relaciones duraderas se construyen poco a poco, entendiendo que existen excepciones. En mi caso, que no el único, apuesto, la cosa fue así, fluida, pasito a pasito. Se presentó ante mi como una desconocida de la que nada sabía por entonces. 

Todavía niño para ella, yo tan solo disfrutaba sin saber de su compañía, de los momentos que me ofrecía, de esos paseos eternos que nunca quería que terminasen. La inocencia es lo que tiene, que te hace disfrutar de esas pequeñas cosas que puedes el día de mañana llegar a odiar. 

Desconociendo conscientemente que con el paso del tiempo y sin perder de vista su figura, dentro de mí, los impulsos, los sentimientos, las conexiones hacían sus movimientos para activar esas llamadas mariposas del estómago cada vez que se presentaba. Uno crece, cambia, aprende, es imposible que en edad adolescente no se despierte en uno esas nuevas sensaciones que algo atisbas que significan, pero que todavía no sabes hacer uso exacto de  ello. 

Las mariposas en edad adolescente fueron muchas, muy agitadas, quería crecer rápido para sentirme el hombre que ella merecía, pues dada mi edad era imposible, una relación prohibida. Entonces nos dimos tiempo, nunca fue un adiós, fue un nos veremos pronto

La vida nos conduce por derroteros desconocidos y pese a que nuestra mano sujete firme el timón, no es garantía de que poseamos el control de lo que sucede. Así pues, cada quien siguió su viaje. Terminé mi adolescencia con ella en mente. Es cierto que fantaseé con otras, que quise intentar o al menos eso decía yo, fijarme en otras similares a ella, pero supe que me engañaba a mi mismo, ella era única. 

Muchos sueñan o desean o quieren a quien no pueden tener, por el motivo que sea, y eso me sucedió a mí también, era un paso necesario a dar. Rompí mi llamada virginidad con alguien que no quería, que no me gustaba, y que por desgracia, no me correspondía. Le daba mi tiempo, le daba mi esfuerzo, y me trataba como un mal llamado fulano. Me prostituía por unos billetes míseros al mes, pero es que, maldito sea el mal hábito de vivir

Mi amor platónico, el amor de infancia seguía ahí, rondaba mi cabeza en muchas ocasiones, pero compartía relación con una tercera, que pese a no ser la ideal, no cierto es que la relación se mantenía fructuosamente. Así casi tres años, la más longeva duración de amor que había vivido, y todo de nuevo terminó. La relación llegó a su fin por motivos varios y volví al principio. Soltero de nuevo, en busca de una relación. 

En ese momento fue cuando todo cambió, apenas lo pensé en exceso, decidí era el momento, ya era un hombre, lo bastante para ella cuanto menos. Ya podía presentarme frente a ella y pedirle una oportunidad de demostrarle quien soy, cuanto valgo y qué puedo hacer por ella. Que lo nuestro durase o no, era tan solo el tiempo quien lo podía dictaminar. 

Seguimos en la actualidad disfrutando de esta relación, que lejos de ser idílica, es perfecta, porque estoy con quien quiero, con quien he querido siempre, he conocido y conozco sus taras y defectos, sus virtudes y bondades. El respeto es mutuo, el amor es recíproco. No puedo negar que en ocasiones las disputas empañen el día o la semana incluso, pero mayormente por culpa de terceros que no entienden esto tan íntimo.

Pese a todo, oficialmente son diez años. Desde que empezó el romance, muchísimos más… Actualmente el futuro es incierto y no se vislumbra un color agradable. Muchos la recuerdan como a la que accedían solo quienes tenían valía, unos pocos, unos valientes que se atrevían a empezar una relación con alguien de tan mala fama impuesta. Era la chica fea del baile. A la que acudían solo los balas perdidas, los aventureros, los solteros, anárquicos ansiosos de libertad y aventura. Nada más lejos de una realidad. Solo fue la imagen idealizada de cara al público por pleno desconocimiento que aún perdura hoy día.

Actualmente hay quienes todavía le cortejan y son rechazados. Quienes sienten que no es otra opción la que les queda y se lanzan al vacío y a lo desconocido, como una tabla de salvación, buscando que un clavo saque otro clavo. Muchos bailan con ella y se dan cuenta que no pueden seguir su ritmo. Ahora parece que hay relaciones concertadas y al principio puede todo parecer muy bonito. Quienes hacen de celestinos venden una superficialidad, algo que les funciona por ahora. 

Ojalá y más de uno descubra el amor que se esconde, porque apuesto a que si las mariposas no revuelan dentro de tu estómago, si tus ojos no desprenden brillo al verla, si tu lengua no se traba cuando hablas de ella, si no se te eriza la piel cuando escuchas o cuentas historias acerca de esto tan bonito, no lo llames amor. Simplemente, esta no es tu profesión. Preséntate frente a ella y di aquello de: No es por ti, es por mí.

Ese es un final perfecto que no merecía este último párrafo que escribo. Sé que los lectores no son cortos en comprensión y habrán entendido la metáfora y habrán entendido que no he hecho nada más que humanizar y tratar de tú a tú a esta nuestra profesión. Que lejos de estar rodeada de todo lo que ya sabéis vía noticias, actualidad, miseria, odio, amargura, aquí seguiré en Diario de Transporte escribiendo desde el corazón, con el sentimiento a flor de piel para mostrar esa otra realidad que existe y parece nadie ve.

¡¡Gracias por leer y gracias en especial a Begoña Urmeneta!!

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