Pasado, presente y futuro. La opinión de Salvador Egea Llull

Papá me dijo: hijo, este no es tu oficio. No seas tonto chico, estudia, te lo suplico. Esto no es vida, conlleva sufrimiento y sacrificio. Le contesté: papá lo tengo claro desde un inicio. El camión es mi amparo y también mi vicio. Siento que es devoción y veo que tu perdición. Pero no entiendo, porque ambos lo llevamos en el corazón. Es por ella, la razón, que seré yo quien te releve aunque sé que te duele, que no quieres y verme en tu lugar, te duele.
¿Cuántos padres que hoy lean este artículo de opinión no se vayan a sentir identificados? Apuesto a que casi todos, exceptuando quienes tengan hijos nacidos en el nuevo milenio. Aquellos que sus retoños alcancen en estos tiempos la adolescencia o estén cercana a ella, esto de sentir amor y pasión por el oficio ha terminado. El instinto ha sido extinto por simple ley natural.
Con el cambio de mundo que tenemos actualmente, es obvio que por más que un hijo haya visto y vivido este oficio, tenga claro que no lo quiera. Que se yo de los motivos, obviamos el hecho de que no quiere destinar su futuro en una pérdida constante de tiempo de ocio, de tiempo de vida, de esfuerzo continuo sin una retribución al nivel…
Cuando a mi padre y compañeros les decía que en un futuro ser como ellos quería, de mí se reían y yo no entendía el porqué. Minaban mis ganas con cada consejo, con cada palabra clavaban un estoque. Pero mi idea fue firme cual bloque, siento que no me equivoqué eligiendo esta vida pese a lo que sacrifiqué. No me arrepiento mi arrepentiré, sigo en esto y aquí moriré.
Entiendo hoy las palabras de ayer dichas por mi padre y compañía. Buscaban tan solo ofrecer un mejor futuro, buscaban hacer entender que aquello no era vida menester de vivir. Era mejor estudiar, posicionarse y tranquilo vivir, en un oficio de ocho horas al día y fines de semana en casa.
También es verdad que cuando viajas con tu padre, tu tío, tu abuelo, o quien sea quien el oficio ejerza en tu familia, con esa edad todo te parece una aventura, es todo más romántico. Viajar a otros países, otras culturas, ver esos lugares que te dejan marca, esa especie de libertad que convive con el oficio, ¿cómo no vas a querer emular eso? Ves a tu padre feliz, que sonríe, que lo vive, que no se bajaría del camión por nada del mundo, ¿cómo no voy a querer ser como mi padre?
Una vez estás donde quieres, comprendes que las cosas son entre medias como las recuerdas. Formas parte ya de otra nueva generación que, pese a ser descendiente de relevos generacionales, la mentalidad parece ser otra. Ni por asomo las cosas son como cuando el que escribe tenía diez años. Aun así, viendo la mierda que hay dentro del oficio, como lo puede haber dentro de una fábrica, en un pequeño comercio local, o en la empresa más grande, no cambio mi decisión por nada.
Cosa que muchos parecen querer hacer y no se si es que no pueden, no quieren, o simplemente están quejicosos porque sienten demasiada larga la llegada de su jubilación. Cara a cara, pocas son las veces que he escuchado a compañeros verter bilis negra hacia el oficio y hacia otros compañeros que han opinado o preguntado algo. Con esto de las redes sociales, que ya sabemos todos de que palo van, vemos absolutamente de todo. Pese a que un servidor, las ignore a todas por completo, si hubo un tiempo en que andaba leyendo comentarios en un grupo de Facebook conocido, que no viene al caso y que realmente, poco importa.
No hace falta que mencione con ejemplos la sarta de consejos, contestaciones, opiniones, soluciones y demás, que ahí los veteranos sabios del consejo del transporte por carretera escribían. Es cierto que esta especie de grupos no son más que un vertedero, pero sin intención alguna de tomar en serio lo mostrado ahí, si que sirve para hacerse una idea de como está el patio en general. Es comprensible que esto queme a muchos, que haya quien sienta que esto es una mierda, que no es vida, que todos somos inútiles excepto ellos, etc.
Cuando perdemos el respeto por nuestros iguales, no es más que la muestra del poco respeto que se tiene por uno mismo. Por lo tanto, ¿qué respeto puede ofrecer al oficio? Personalmente no siento otra cosa más que ensucian la imagen de la profesión, que bastante teñida en negro está y se mantiene de luto por mucho tiempo hasta hoy.
En este globo se que hay de todo. Te observo, te leo y ser como tú, no quiero. Eres un espejo al que no quiero mirar. Porque no eres reflejo que me haga brillar. Nunca me quejo de esto, ni soy tonto, aunque te lo parezco. Eres el fruto del amargo regusto de esto que parece nunca te gustó. Si tan triste es esto, no se que haces en tu puesto. Aparta y deja a quien sí está dispuesto a ocupar tu lugar. Que fácil es ladrar, he visto muchos como tú agonizar. Sin el valor de abandonar, pero con la fuerza de menospreciar. No merecen mi tiempo ni más texto, queda claro que yo si apuesto. Estoy donde quiero, orgulloso, sin ser prisionero. Siento lo que hago y ejerzo hermoso y honroso. Esto no es como lo pintas tú, tan horroroso. Malditos atrapados que viven del pasado en un presente obligados, enseñando los dientes como renegados a los recién llegados.
Desde aquí, romper una lanza a favor de todo aquél joven que quiera y que guste de formar parte de este oficio. Es cierto que te espera un camino agridulce, no importa en absoluto si esto te seduce y sientes que es lo tuyo. Ánimo, porque se necesita gente con ganas y sobre todo con vocación. Quien sea padre y por algún casual sus hijos quieran o estén pensando en continuar el legado, nada de pintarles negro el oficio. Al contrario, vuestra experiencia debe ser la suficiente como para informarle de lo bueno, lo malo, lo que debe hacer, exigir, lo que no debe hacer ni permitir que le hagan. Quienes son padres, deben ser el mejor profesor y la mayor base de datos real que un hijo pueda obtener antes de acceder a este nuestro oficio. Nunca olvidemos que la mayoría de los que estamos aquí, venimos libres, con ilusión y con vocación.
Más artículos de opinión de Salvador Egea Llull Prohibida su reproducción y copia parcial o total sin el permiso expreso y por escrito del autor y el editor.