¡Ey Tecnófilos! ¿Qué está pasando por ahí?
Hay libros que se leen. Otros que se subrayan. Y unos pocos que se recuerdan con una mezcla de indignación, admiración y vértigo. El Sistema: mi experiencia del poder, de Mario Conde, pertenece a esa última categoría. Es una confesión sin maquillaje, un ajuste de cuentas –no solo con sus enemigos, sino también con sus propios errores– y, sobre todo, un mapa para entender cómo funciona realmente el poder en España… aunque nadie quiera hablar de ello en voz alta.
Mario Conde no necesita presentación. Exitoso, brillante, arrogante, caído y resucitado. Con luces… y con sombras. Pero si uno deja de lado los prejuicios y se sumerge en el libro con el bisturí de la objetividad, lo que emerge es más importante que la figura del autor: aparece una radiografía brutal del verdadero “Sistema”. Ese ente intangible, impune, interconectado, que habita detrás de los despachos, los tribunales, los partidos, los medios y las sonrisas de los almuerzos institucionales.
Conde nos cuenta cómo se maneja el país desde las cloacas de lo legal, desde los pactos invisibles entre poder económico, judicial y político. Y lo hace desde dentro. Porque él estuvo dentro. Y se lo tragó. Nos habla del miedo como herramienta de control, de la traición como moneda común y de la envidia como el verdadero motor de la maquinaria. En España, el que brilla demasiado… molesta. Y al que molesta, lo laminan.
¿Cometió errores? Por supuesto. ¿Pagó por ellos? También. Pero el precio que pagó no fue solo judicial, sino personal y social. Porque lo que el libro destila –entre líneas, sin victimismo, con esa frialdad quirúrgica que tan bien maneja– es que su caída fue ejemplarizante. Un mensaje para todos los demás: “No os salgáis del guion”.
El Sistema no es un panfleto. Es un testimonio. Y como tal, duele. Porque desvela lo que muchos sospechamos pero preferimos no mirar de frente: que las reglas del juego no son iguales para todos. Que hay un poder por encima del poder. Que, como decía un viejo profesor mío, “en este país, si no formas parte del Sistema, eres el objetivo del Sistema”.
Y aquí es donde este libro conecta con nuestras convicciones: con la defensa del mérito frente al clientelismo, de la verdad frente a la propaganda, del individuo libre frente a la masa obediente. ¿Qué es lo que más molesta de El Sistema? Que no fue escrito por un analista ajeno, sino por alguien que estuvo dentro, tocó el poder con las manos… y luego pagó por haberlo contado.
Hoy, cuando nos quieren distraer con debates de género, cuotas o buenismo moral, este libro nos recuerda lo esencial: el poder real no es visible. El poder real no se vota. El poder real no admite disidencias.
Por eso lo respaldo. Porque aunque no comparta todas las decisiones de Mario Conde, sí defiendo su derecho a contarlo. Y, sobre todo, valoro su coraje al haberlo hecho. Porque El Sistema sigue vivo. Y aún necesita más gente que lo señale.
¡Se me tecnologizan!
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