
Después de tantos días de cuarentena quedándonos en casa, es lógico que queramos volver a nuestras vidas anteriores, a nuestros trabajos, a juntarnos con familia y amigos, a nuestra vida social en bares, restaurantes, salas de conciertos… a nuestra vida NORMAL.
Pero yo, aunque sea difícil de entender, no quiero volver a la normalidad.
No quiero volver a pasar poco tiempo con mis hijos y nietos, a las caravanas diarias en horas punta por las carreteras, a las malas caras cuando no pueden adelantarme porque mi camión va más lento, a las horas de espera en las fábricas sin que a nadie le importe que quieres llegar a casa, a los desprecios en bares y restaurantes porque los clientes de los coches particulares dejan más dinero, a las horas en aparcamientos sin servicios básicos esperando cargas, a que no me dejen circular porque los ciudadanos de primera tienen que irse de finde y yo molesto, a que no le importe a nadie que yo también quiero llegar a mi casa para irme de finde con los míos.
No quiero volver al consumismo compulsivo y sin sentido que nos hace comprar productos que no necesitamos por la única razón de que están de moda o los tiene el vecino.
No quiero volver a subir por las escaleras para evitar juntarme con el vecino en el ascensor y verme obligada a un mínimo saludo.
No quiero volver a mirar a los inmigrantes con el miedo que da lo desconocido y el desprecio que nos causa lo diferente.
No quiero volver a ver las ciudades con su «boina» de contaminación.
No quiero volver a escuchar noticias de guerras alentadas desde el llamado primer mundo por motivos económicos.
No quiero tener que volver a luchar por defender los derechos de los animales a no ser explotados en nuestro beneficio y diversión.
No quiero volver a ver las playas sembradas de sombrillas y toallas.. repletas de basura cuando nos vamos, en las que «todo vale» porque estamos de vacaciones.
No quiero volver a ver los mares bajo capas de plástico.
No quiero volver a ver a los niños morir en nuestras costas mientras nos damos golpes en el pecho por lo súmamante solidarios que somos cuando nos interesa.
No quiero volver a la normalidad que conozco.
Quiero una NORMALIDAD nueva. Una normalidad que recoja todo lo bueno que tiene el ser humano y deje atrás nuestro aspecto más siniestro.
Quiero una NORMALIDAD que no implique la destrucción de la naturaleza, la destrucción de las relaciones familiares, la destrucción de la empatía hacia los otros, los diferentes, los más pobres, los más necesitados, los más débiles.
Si algo estoy aprendiendo en estos días de aislamiento, incertidumbre, miedo, muerte,.. es que no quiero volver a la normalidad. Quiero volver a OTRA NORMALIDAD… pero no sé cómo hacerlo.
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Foto: Begoña Urmeneta



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